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desiertos

OSAD SOÑAR

Quien vive de sueños no tiene caminos, su luz es el albor de una jungla desesperada que aún no ha llegado.

Quien duerme de noche no conoce el beso de la luna ni el abrigo de los grillos, rapsodas de la sombra de un cuerpo tibio, dueños de sus manos y sus labios.

Quien escribe en su mente está marcado con tinta incandescente hasta el final de su delirio, tras la transgresión nocturna, desesperada e irreal, estéril por la condición de inválida en la emoción supeditada a la otra emoción. Miedo que destruye la piel delatándola a aquellos que tienen la palabra rápida y el amor tardío.

Quien malgasta los besos siente que los ha perdido, mas nunca pertenecieron al amor, maravillosa manipulación, triste euforia que nos abandona y nos aguarda como el amante tras la disputa, tierno y contradictorio, pueril y lascivo, pero adulto al fin y al cabo, pues el amor es sólo una cuestión de años recolectados tras una jornada de desdichas.

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